Los 4 tipos de transmisiones para coche (y sus características)

La transmisión es la encargada de transmitir la potencia del motor al resto del sistema, pero su esquema puede ser muy distinto en función de si hablamos de una tipología u otra. Veamos qué configuraciones existen.

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Parte de la experiencia que el conductor tenga con su vehículo está marcada por la transmisión que disponga, y es que la fisonomía puede ser muy distinta entre una y otra. Hay quien prefiere estar cambiando de marchas todo el rato con la palanca y también quien priorice prestar atención a lo que tiene delante mientras conduce y no a la posición de dicha palanca.

Dicho esto, en la nueva entrada de TopDriverz vamos a enumerar los distintos tipos de transmisiones que hay para coche, indicaremos sus principales características y lo que aportan, a nivel de sensaciones, al usuario. Si tenéis pensado comprar un automóvil en breves y lo vais a hacer por primera vez, a buen seguro que este post os ayudará a la hora de elegir la versión que más se ajuste a vuestras preferencias de conducción.

Una vez que hemos finiquitado la introducción, es el momento de entrar en materia debidamente. Eso sí, para ello conviene conocer antes los diferentes elementos que componen la transmisión de un coche, de esta manera la comprensión de lo que se va a explicar será mejor.

¿Cuáles son los elementos de la transmisión?

A continuación tenéis los componentes que integran al sistema de transmisión de un vehículo de cuatro ruedas:

  • Embrague: es la pieza que se responsabiliza tanto de acoplar como desacoplar el giro que lleva a cabo el motor. De esta manera, trata de asegurarse de que el movimiento se haga suave, de manera progresiva y sincronizada. A su vez, puede ser hidráulico, electromagnético, de disco, de fricción o de muelle.

  • Caja de velocidades: es aquella que tiene como función subir y bajar las revoluciones del motor. A través de ella se llevan a cabo distintas velocidades de giro en los neumáticos.

  • Árbol de transmisión: va unida físicamente a la caja de cambios y solamente entra en acción cuando el motor cuenta con un eje distinto a las ruedas que tiene que mover. Un ejemplo muy claro se da cuando el propulsor está situado delante pero la tracción es total o trasera.

  • Grupo cónico-diferencial: es el encargado de aportar la fuerza y la velocidad necesarias a las ruedas del coche. Su rol consiste en mantener una velocidad uniforme en cada una de ellas, con el propósito de que las ruedas más orientadas al exterior giren más velozmente y, de esta manera, evitar que el vehículo patine.

  • Palier: también se le conoce como semiarbol, semieje y flecha. Es la pieza que pone en contacto las ruedas con el grupo cónico-diferencial para que el movimiento se transmita. Cada coche tiene un palier por cada rueda motriz. Dicho esto, los vehículos de tracción delantera o trasera tienen dos palieres, mientras que los de tracción total cuatro.

Las 4 opciones de transmisión para tu coche

Tras haber explicado, de manera pormenorizada, el mecanismo de la transmisión, ahora vamos con el tema central de este artículo de una vez por todas. Veamos los cuatro tipos de transmisión que puede llevar a bordo un coche:

1. Transmisión manual

Hasta hace poco tiempo relativamente, era la más común de encontrar en la industria de la automoción. Sin embargo, con las evoluciones tecnológicas que han experimentado el resto de variantes se ha equilibrado su oferta en relación a las que vamos a ver. En lo que respecta a su funcionamiento, la transmisión manual lo hace mediante los cambios de relaciones de los engranajes que, como su nombre indica, se llevan a cabo manualmente.

Cuando el conductor quiere emplearla, pisa el embrague y, con la palanca tan habitual de ver en el habitáculo montada sobre la columna de dirección, atrás y a la derecha del volante (o como pasa en los modernos, montada en vertical sobre la consola central y conectada a la transmisión por un varillaje) activa unos engranajes que, a causa de la cantidad de dientes y de su propio tamaño, varía la relación de giro entre el motor y los neumáticos. Así es cómo se aprovecha la potencia.

Por lo general, las transmisiones manuales están selladas, lo que se traduce en una grasa lubricante localizada en su interior que evita que el coeficiente de fricción suba la temperatura en exceso y dañe algún elemento. Si se sobrecalienta la transmisión, entonces es recomendable llevar a cabo una completa revisión del sistema.

Hay que decir que, si se quiere arrancar desde el punto muerto, engranar el embrague demasiado lento hará que el disco se desgaste de forma prematura, y si se acopla demasiado rápido puede ocurrir que el motor se detenga. Tenedlo en cuenta.

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2. Transmisión automática

Imaginar que la transmisión se pudiese cambiar por sí sola era vista como un auténtico lujo en el pasado, más si cabe teniendo en cuenta que era una opción costosa económicamente hablando. Ahora la realidad es muy distinta ya que se ofrecen varias versiones de un determinado modelo con esta alternativa. A diferencia de la primera, no cuenta con el pedal del embrague.

No obstante, su esquema de funcionamiento es más complejo que el de la manual. En primer lugar, el líquido de transmisión tiene el encargo de realizar dos tareas esenciales: lubricar los engranajes y generar la presión hidráulica necesaria para que los movimientos que se deben llevar a cabo en su interior realmente sucedan.

Esto es posible gracias a un elemento conocido como convertidor de torque, que provoca que los engranajes se puedan acoplar (o no) al propulsor y que el movimiento se lleve a cabo con mayor o menor velocidad. El líquido de transmisión suele perder algunas de sus propiedades, sobre todo las lubricantes, dado que este aún genera presión hidráulica a costa de dejar de proteger a los elementos internos de la transmisión.

De todas formas, se puede reponerlo gracias al ducto de la bayoneta que mide el líquido de la transmisión. También es pertinente indicar que hay modelos de coches automáticos que permiten al usuario escoger el engranaje deseado de forma manual mediante una palanca de cambio o unas paletas montadas detrás del volante.

Entre las ventajas que aporta esta transmisión figuran la escasa probabilidad de que el motor se detenga, un vehículo que cuenta con ella suele ir más suave y cómodo durante la conducción que un manual, especialmente en escenarios de tráfico intermitente. Su caja de cambios no exige labores de mantenimiento tan tediosas por lo general, aunque puede variar de un modelo a otro.

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3. Transmisión de doble embrague

Catalogada por unos como un tipo de transmisión automática y por otros como dos transmisiones manuales en una, la de doble embrague se basa en un par de dicho componente como se puede deducir de su propio nombre. No obstante, están robotizados y su trabajo lo solventan de forma automática ya que pueden cambiar de marcha sin que el usuario intervenga directamente para hacerlo.

En detrimento de esto, lo que pasa es que el proceso se lleva a cabo de forma hidráulica o electrónica al controlar algunos parámetros importantes, como pueden ser la posición del acelerador, la velocidad a la que está circulando el coche y las revoluciones por minuto del motor.

Lo que sí comparte con una manual es la presencia de grasa lubricante, así como de otros elementos de presión hidráulica y para el clutch mojado (elemento que manda la potencia del motor a la caja de cambios y que permite la separación o unión del giro del motor a la transmisión, lo que libera el movimiento hacia las ruedas motrices). También están selladas de la misma forma que la otra y no necesitan mantenimiento a menos que esté fallando algo.

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4. Transmisión Continua Variable (CVT)

La Transmisión Variable Continua o Continuamente Variable, en siglas CVT por su traducción al inglés, está dotada de un sistema de correas y de poleas que aportan una infinita cantidad de relaciones, o lo que es lo mismo: nunca cambia. Dicho esto, son habituales de ver también en scooters, motocicletas y motos de nieve.

En lo que se refiere a las sensaciones, por lo general aporta una conducción más suave que un vehículo que lleve a bordo una transmisión automática convencional. Y es que incluso puede mejorar la eficiencia reduciendo el consumo de combustible, lo cual explica por qué muchos coches híbridos la llevan. Su mecanismo consta de poleas lisas completamente y una banda metálica entre ellas. Dicho esto, lo que ocurre es que, cuando las poleas abren y cierran, la relación de giro cambia al mismo tiempo sin que el conductor ni los pasajeros lo perciban.

El continuo contacto de la banda metálica con las poleas hace que el lubricante de estas transmisiones sea más fino y delgado que el que contiene una automática normal y corriente, y exige entrar en espacios mucho más reducidos que entre unos engranajes, el convertidor de par y el cuerpo de las válvulas.

Su mantenimiento prácticamente brilla por su ausencia, aunque es recomendable que se inspeccione el estado del aceite lubricante tras haber recorrido 40.000 kilómetros con el fin de asegurarse de que todo está en orden y, si hace falta, cambiar el aceite. Hay quien puede ver raro conducir con transmisión CVT al no palpar los cambios de marcha, pero lo mejor es probarlo antes de tomar una decisión de compra.

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